viernes, 16 de noviembre de 2012

Día 6



El objetivo del día era hacer un auténtico desayuno americano, así que hemos ido a un bar que teníamos fichado cerca de la escuela. Teníamos para elegir huevos, bacon y cosas varias del estilo, tortillas, ensaladillas con mayonesa, muffins… pero nosotros queríamos tomar las típicas tortitas con chocolate, así que a por ellas que hemos ido ^^. Tras ponernos las botas, hemos cogido el metro para acercarnos al Brooklyn, el cual antes de ser un barrio de Nueva York era una ciudad en sí, así que imaginaos lo grande que es; digo acercarnos porque queríamos atravesar el puente de Brooklyn andando; si hubiéramos sabido el tiempo que nos iba a llevar, creo que lo hubiéramos pensado mejor… pero no ha sido el caso y ha merecido mucho la pena! Lo que más impresiona es cuando te encuentras por primera vez el puente de Manhattan ante ti. Estamos hartos de verlos en las películas y estar ahí es como si te acabaras de meter dentro de una. He aprovechado para sentarme en uno de los bancos que hay mirando hacia el trozo de mar que lo atraviesa; en el otro lado, en el Brooklyn, te encuentras edificios más normales en altura, mientras que detrás de ti aparecen los imponentes rascacielos. De vez en cuando pasa alguien corriendo o paseando con el perro y una mujer aprovecha para hacer negocio en otro banco: tiene varios vasos ya preparados con alguna bebida energética; los hombres aprovechan también para pescar y uno de ellos lleva su equipo de música montado en la bici (una radio enganchada en el centro del manillar y dos altavoces de los grandes a cada lado, curioso artefacto…). Por el puente de Manhattan no paran de pasar coches y también se ve cómo lo atraviesa el metro de vez en cuando; y por el de Brooklyn que  está al lado también se ven pasar coches, aunque menos porque está tapado por algunas partes con una lona blanca.
Preguntamos a varias personas el camino para poder subir a él; tras el huracán hay muchos trozos del camino cambiados y hasta ellos están algo perdidos. El camino peatonal de puente se encuentra encima del de los coches, está hecho a base de tablas de madera y tiene cuatro caminos marcados, si la memoria no me falla: dos para peatones (ida y vuelta) y dos para bicis (ida y vuelta), aunque la gente va tan emocionada mirando el mar, el puente,  los rascacielos, las pinturas e imanes que venden, que no se respeta la senda marcada y las bicis acaban tocando al timbre o pegando frenazos.
El día se pone feo, de vez en cuando cae alguna gota. Ya hemos atravesado el puente pero estamos rodeados de carretera y para poder salir  tenemos que seguir andando unas cuantas manzanas. Nos da hambre y decidimos buscar un restaurante italiano artesanal que hemos visto como recomendado y mientras miramos el mapa se nos acerca un hombre mayor y nos dice que mejor que no vayamos allí que las colas suelen ser de horas y nos da el nombre de varios sitios; es tanta la información que nos ha dado en tan poco rato que ya no sabemos dónde está cada sitio, así que seguimos andando en una de las direcciones que nos ha dicho. Pasamos por la puerta del italiano al que queríamos ir y llevaba razón, la cola es infumable; andamos un poco más y encontramos otro italiano justo al lado del puente de Brooklyn. También hay cola, pero la cosa va rápida y entramos a los diez minutos. Choca ver un restaurante muy bien decorado y el suelo de cemento; Sandy ha hecho destrozos por esa zona,: les ha estropeado el suelo y lo han tenido que quitar; tampoco pueden cobrar con tarjeta de crédito. Una vez llenos el estómago seguimos hacia el paseo que hay al lado desde donde se ve toda la silueta de Manhattan. A lo lejos y entre neblina se divisa la Estatua de la Libertad, la cual por Sandy está cerrada al público hasta nuevo aviso, tendremos que esperar unos días para ir. Echamos a andar para ver Brooklyn,  pero el camino para poder cruzar la carretera es largo y nos oscurece a las cinco; al no fiarnos mucho de la zona lo dejamos para otro día.

Cogemos el metro y nos vamos al Soho en búsqueda de la tienda de las Converse y de las Vans. Es gracioso lo patriotas que son en este país, en todos lados te encuentras la bandera. En la entrada de las Converse han dibujado una bandera a base de tenis rojos, blancos y azules.



Tras entrar en todas las tiendas que nos llaman la atención, hacemos una parada para llenar el estómago en un mejicano y luego en una cafetería especialista en cupcakes (magdalenas con un topping por encima); ¡Qué pinta! ¡Me las comería todas! Jejeje. Pero me contengo y me llevo una para el desayuno del día siguiente. Estamos reventados, vuelta a la residencia.

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